La toxina botulínica más conocida por Bótox ha revolucionado el mundo de la cirugía estética. Hoy en día es la técnica estética más usada y ha conseguido potenciar el conocimiento de la anatomía facial y la forma de trabajar los músculos que proporcionan la expresión. No sólo podemos eliminar las famosas patas de gallo o las arrugas del entrecejo, sino que podemos modificar una sonrisa que enseña demasiado los dientes o la posición de tristeza de los ángulos de la boca. También es muy importante en la eliminación de las bandas del cuello o en la arrugas del escote. Es un magnífico complemento a las técnicas de corrección de flaccidez del contorno facial como la radiofrecuencia o para preparar las cajas de cara a la cirugía de la blefaroplastia. La otra gran aplicación de la toxina es para el tratamiento de la hipersudoración tanto en manos como en las axilas, consiguiéndose correcciones completas del problema. En el campo de la cirugía reconstructiva es un arma de gran ayuda de cara a los tratamientos de los pacientes con asimetrías faciales a niveles como las cejas o la sonrisa, lo que nos conecta directamente con el tratamiento adyuvante de la parálisis facial o de los espasmos musculares. En estos casos la relación médico paciente es la base fundamental para la consolidación del tratamiento. Es importante que en todo momento sepas que producto te estas infiltrando, de cara a poder controlar los posibles, aunque raros, efectos secundarios. Es importante que el producto guarde la cadena de frió, por lo que no te recomendamos su uso fuera de lugares autorizados. Esta sustancia, inyectada en pequeñísimas cantidades en ciertas líneas de arrugas faciales, logra la casi desaparición de las mismas de forma prolongada, sin alterar la sonrisa ni la expresividad.